Más claro no canta
El género femenino ha recibido erróneamente el atributo de frágil; Lina Leal, sin embargo, muestra contenidos implacables, destinados a penetrar profundamente la sensibilidad de sus observadores. Esa es apenas una de las características de una obra que puede abordarse desde múltiples ángulos, pues a cada producción la acompañan lúcidas reflexiones artísticas, antropológicas y tecnológicas.
Creada para el Museo Santa Clara (Bogotá, Colombia), Más claro no canta… se plantea desde el “ni me explico, ni me entiendes” con que Xavier Guix se refiere al aislamiento del individuo en la contemporaneidad. Guix denomina a este estado descomunicación, concepto que está a la base del razonamiento artístico de esta exposición. Para Lina ese es nuestro mundo: un planeta donde nadie escucha ni se interesa por nadie, y donde quien busca comunicarse, pasa inadvertido. Resistiendo a la descomunicación, Lina compone Más claro no canta… a partir de las voces de mujeres que, víctimas de diferentes tipos de violencia, narraron a la artista sus perturbadoras historias. También el canto de los pájaros sirvió de base a esta muestra, articulandose en ella como una metáfora: tanto el canto de los pájaros, como las voces que contaron sus historias, tienen sentidos precisos que pueden expresar alerta, peligro, reproche. Sin embargo, aunque tales mensajes sean apremiantes, el contenido de sus tonos no deja de ser volátil, de pasar inadvertido. El carácter metafórico de la exposición actuaría como un recurso para expresar, de manera novedosa, aspectos sensoriales y conceptuales mediante los que se hace manifiesto el propósito de concientizarnos sobre aspectos de la realidad que el egoísmo contemporáneo ha invisibilizado.
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Más claro no canta… integra elementos con referentes tecnológicos, otros que invitan a acciones participativas e inclusive algunos que ejemplifican los procesos involucrados en la muestra y a los que sería injusto no reconocer su trasfondo estético. Llaman de inmediato la atención los telones colgados del techo sobre los que se proyectan dibujos de voces de mujeres, traducidas al canto de los pájaros. Tales dibujos se logran mediante la manipulación del sonido en una baja frecuencia. El contenido de estos elementos está dirigido a complementar la comunicación de esta particular percepción de la artista acerca del mundo y la sociedad y a disparar la imaginación hacia adelante y hacia atrás. Es decir, hacia el futuro y hacia el pasado; hacia lo por venir, como un llamado de alerta acerca de la deshumanización del individuo, y hacia la historia, puesto que no solo las voces humanas y aviares sino inclusive, el Museo mismo –recinto que contiene la muestra– conduce a imaginar muchos casos de descomunicación, aparte de los de incomunicación que saltan a la vista en la arquitectura y las celosías del edificio.
Eduardo Serrano
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Tomando como eje estas consideraciones, ha relacionado, de forma metafórica, algunas ideas sobre el recorrido de estas hojas (desde el árbol hasta el suelo y su destino posterior) y el transcurrir de la vida de muchas mujeres cuyos cuerpos se mantienen expuestos a toda suerte de circunstancias y a desenlaces ignorados, a los cuales dan la espalda aquellos quienes las han utilizado en otros momentos como meras mercancías. Ha nombrado este proceso como “Estudio sobre la caída de una hoja”.
Le interesa distinguir ese cuerpo que transita por diferentes estados. La caída es solo uno de ellos, al cual prosigue un incierto devenir una vez que la hoja ha caído al suelo, donde se le pisa, barre y desecha. Identificada con el sentir de muchas mujeres que han quedado descartadas del sistema que las utilizó y explotó -tras experimentar el envejecimiento de sus cuerpos que fueron otrora objeto de deseo, placer y lujuria- intentó llevar a cabo la restauración de su dignidad a través de un acto de dimensión simbólica.
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Mientras camina, encuentra y elije las hojas que colecciona para dar rienda suelta a algunas acciones y poner en práctica determinados procedimientos. Una vez en su estudio, reconstruye las hojas dañadas, secas, partidas, rotas, con la intención de restaurarlas por medio de remiendos y rellenar cuidadosamente con aguja e hilo los espacios de fragmentos ya perdidos, dando puntadas que fluyen mientras las sostiene y las siente como cuerpos merecedores de cuidado, aprecio y respeto.
Además de esas piezas objetuales, ha concebido otro grupo de trabajos con base en una técnica muy elemental de estampado, siguiendo una dinámica de repetición. Sobre lienzos de mediano y gran formato plasma la estampa de una hoja que pinta previamente usando pincel y tinta negra, encima de la cual ejerce, delicadamente, cierta presión con su mano. Repite esa acción para obtener una imagen repetitiva, seriada, que se va volviendo cada vez más imprecisa -digamos que más débil-hasta que desaparece completamente una vez agotada toda la tinta. De esta forma pretende aludir a un cuerpo que, siendo único, adquiere, sin embargo, un carácter seriado a través de su uso -y abuso- mecánico y repetitivo dentro del sistema y las redes de la prostitución. Este estampado se organiza dentro de una estructura sencilla, que podría resultar a la vista como una plana de caligrafía, establecida a la manera de los renglones marcados en los cuadernos de uso escolar. Existe en estos trabajos el manejo consciente de un cierto grado de ambigüedad, debido a que pretende rescatar la huella individual de cuerpos que funcionan, sin embargo, como objetos seriados en sí mismos al participar de un servicio repetitivo y desgastante que les conduce al descarte, quedando fuera de la “línea de producción” para presenciar la condena de su propio deterioro en medio de tanta indiferencia colectiva. Es probable que durante su exhibición, estos trabajos se complementen con un sonido industrial que remita a la producción en serie y sustente estas ideas.



















Existe en estos trabajos el manejo consciente de un cierto grado de ambigüedad, debido a que pretende rescatar la huella individual de cuerpos que funcionan, sin embargo, como objetos seriados en sí mismos al participar de un servicio repetitivo y desgastante que les conduce al descarte, quedando fuera de la “línea de producción” para presenciar la condena de su propio deterioro en medio de tanta indiferencia colectiva.